marzo 03, 2011

Pensando en ti

La primera vez que te vi, pensé en tu estatura, la forma de tu cara y… no me gustaste para nada, no hay más verdad que esa.
Te escuché, te observé y me di cuenta que eras genial haciendo tu trabajo.
Alguna vez me pareciste pedante, sólo un poco; cortante y frío si trataba de hablar sobre temas distintos al que nos debíamos enfocar.
Ha pasado el tiempo y con él, tu estatura, la forma de tu cara, tus zapatos, han quedado tan sutilmente a un lado y en su lugar quedaron tu forma de hablar, tu forma de mirar, la seguridad de tu ser y de tu estar, quedó en mi pensamiento el trato amable, el sutil coqueteo, esos toques tenues y casi ocultos de tus dedos en los míos.
Te veo tan cerca y tan lejos y pienso en lo que deseaba, en lo que encontré, en lo que elegí y en lo que nunca tendré.
Pienso en que no hay oportunidad y no puedo evitar que mis ojos se inunden con unas tibias lágrimas de tristeza y soledad.

Eventos escolares

Hoy podría escribir sobre cómo se puede perder la confianza, sobre cómo puede mirarse a alguien de una manera distinta, sobre cómo se quiebra un sentimiento, sobre qué se puede hacer o no hacer para vencer un vicio, sobre lo que sucede cuando se lee un libro o se ve una película, sobre tantas cosas. Y son tantas las ideas que hay en mi mente, que me es complicado elegir un tema y tratar de explicar con palabras lo que siento dentro.

Hoy pensaba sobre las personas que se ocultan en el anonimato para expresarse bien o mal de alguien o de algún tema. Si emiten una crítica positiva no un alguien definido para darle las gracias, mientras que si emiten una crítica negativa y hasta destructiva no hay manera de decirle un “ve a molestar a otro lado”.

También pensaba hoy en las escuelas, en ese esfuerzo que hacen para darles una mayor carga de trabajo a los padres de familia. Pensé en si no han pensado que los padres de sus alumnos no tienen ya muchas cosas qué hacer, muchas en qué pensar, como para además estar usando tiempo en ver como sus hijos y compañeros de sus hijos, cantan, bailan o hacen experimentos o cualquier otra cosa. Es un hecho que los padres saben lo que hacen sus hijos, saben si les resulta fácil o complicado, todas las personas que conozco saben lo que saben o no hacer sus hijos. No entiendo porque les parece genial, que los padres lleven a sus hijos al colegio, los dejen ahí y tengan que regresar dos, tres o cuatro horas después, o una o cinco horas después, para ver unas raquíticas presentaciones, mal montadas –por los profesores-, en las que no funciona el audio, en las que los mapas de fondo se desploman a medio evento, en las que a muchos niños se les olvida lo que tenían que decir y terminan mal leyendo, tartamudeando o de plano se quedan parados sin emitir sonido alguno. Y al terminar, así falte una hora para la salida, no permitan que los padres se retiren llevando a sus hijos con ellos y tengan que regresar una vez más.

No creo que estén conscientes de que eso es un atraco de tiempo, que no importa si ese tiempo estaba destinado al trabajo, a las labores domésticas, al ocio, a la salud o la que sea que fuese, simplemente es un tiempo que toman aunque no les pertenezca, ¿y los niños? Estoy de acuerdo en que a algunos les gustará, pero a la mayoría, puedo asegurarlo, no les gusta ni un poquito.