marzo 31, 2011

Te amé

Te amé, ya no te amo, te amé tanto y por tanto tiempo que tuve miedo de perderte sin comprender que nunca estuviste para mí.

Te amé y quise darte mi vida entera y me equivoqué. Lloré mucho porque te amaba y nunca ví un poco de amor hacía mi, te amé y lloré.

Hoy solo lloro, porque estoy aquí, aunque ya no siento más amor por ti.

Hoy, es un día más

Perder el rumbo no es solo no saber hacia adonde vas, es también no saber en donde te encuentras; es no tener un objetivo, es avanzar sin una meta, es avanzar sin realmente hacerlo.

Cuando pierdes el rumbo por mucho tiempo, no sabes por dónde volver a comenzar. Lo triste es darte cuenta que te encuentras en donde nunca quisiste estar, ser lo que no querías.

Sentir que has perdido lo que tenías, que lo que queda, no es tuyo, te hace sentir que no tienes nada, que tal vez solo tuviste sueños e ilusiones, no más; te hace sentir invadido por una profunda tristeza, una tristeza que llega a pesar como una roca atada al cuello.

Pienso en ti

Pienso en ti y hacerlo es soñar despierta, soñar que la vida puede ser distinta, que el amor existe y puede ser maravilloso, que puede ser compartido, leal y eterno.

Luego regreso a la realidad y me doy cuenta de que no estás cerca, de que no estamos en la misma esfera, que tu mundo y el mío no tienen nada en común, que lo común nos separa y lloro.

La realidad cae sobre mi y me aplasta, me lastima y me deja sin una ilusión, más luego, vuelvo a soñar y soy feliz, porque en mi sueño estás junto a mí.

Las galletas

Comí una galleta, dulce y suave, me sentí feliz, feliz con una felicidad que se come y se termina, así es que comí una galleta más y otra y otra. Engordé y me dí cuenta de que eso no es felicidad y me sentí triste y gordo, muy gordo y qué más da, comí otra galleta y muchas más. Comí hasta que no pude más, comí hasta que la tristeza estuvo gorda también.

Ahora tenía una compañera, igual de gorda que yo. Comí y morí, perdí todo deseo de vivir y hoy sigo comiendo aunque muerto esté y comeré otra galleta y muchas más, hasta que la muerte verdadera llegue y pueda descansar en paz.

El camino roto

Me hiciste daño, tal vez sin quererlo, acaso ¿eso importa?, no lo sé. Perdí lo único que le daba sentido a mi vida, perdí lo que me hacía sentir felíz, perdí mi mundo y a cambio recibí el olvido, el olvido de todo lo que hice y de todos a quienes conocí. Recibí el desprecio de quienes son el motor de mi vida.

¿Qué me queda? un motor sin rumbo ni dirección. Una vida dedicada a todo, menos a lo que quería ser y lograr. Una vida con cimientos pero sin paredes, quedaron paredes derrumbadas, paredes que tardé mucho en construir y que con un soplo tuyo se vinieron abajo, porque tu traición no solo fue en un sentido, no solo fue hacia una persona, porque tu traición afectó a muchos. Dejaste mi vida con un camino roto y destruiste la meta que estaba a punto de alcanzar.

¿Acaso ese era el fin de todo y al no gustarme, no lo quiero ver? ¿acaso me parece un fin simple, casi miserable o algo que cualquiera puede hacer?

Quería ver la meta a mis pies, quería sentirla y saber qué había adelante, y no lo sabré porque ese camino se rompió sin haber terminado de seguirlo y ahora sin casi emoción alguna, con mucha tristeza, debo buscar otro y desde el sitio en el que estoy no veo uno que me haga sentir el deseo de empezar.