julio 28, 2010

¿Crees en el matrimonio?

Me preguntaron si creo en el matrimonio y mi respuesta es sí… sin embargo, para mí el matrimonio debe darse si y solo si, realmente hay amor de ambas partes, todo lo demás es basura.

Conozco poquísimas historias conmovedoras en las que los matrimonios funcionan en base al “trabajo” diario que cada parte pone en la relación. ¿Trabajo para mantener a flote un matrimonio? si, es un trabajo diario demostrar los sentimientos sin miedo a hacerlo, sin temer que se nos tache de cursis o empalagosos; hablar sobre las cosas que pueden molestarnos sin temor a desatar una discusión o una pelea; escuchar sobre nuestros defectos pensando no en cómo devolver el comentario, sino en cómo hacer para mejorar; escuchar palabras dulces sintiendo que son sinceras; no tener que esperar el momento para hacer o decir lo que se quiere; saber que puedes confiar en el otro y que el otro puede confiar en ti. El matrimonio es bueno si ambos mantienen la amistad, el respeto, si se acompañan en las buenas y en las malas y se encuentra basado en objetivos y metas en común.

Poquísimas historias así, muchísimas de las otras, muchísimas historias amargas y desventuradas en las que el matrimonio no es más que una mala decisión, el resultado del miedo a la soledad, el resultado de un embarazo no planeado o peor aún de un embarazo no deseado. Muchas historias en las que el matrimonio es una falsedad planeada en función de la conveniencia de una o de ambas partes, demasiadas en las que uno controla al otro y le agobia con hechos y palabras.

De todas las posibilidades de malos matrimonios, la peor, me parece, es aquella en donde la conveniencia de una de las partes pasa por encima de los sentimientos de la otra. Eso es lo que algunos llaman… lo leí en algún lugar… le llaman “Estafa sentimental”.

¿Qué tipo de conveniencia? Se sabe que algunas personas se casan para obtener la residencia legal en algún país, para salir de un país, por estabilidad económica, por mejorar o cambiar la posición social, para tener hijos, por despecho, para evitar la soledad, para escapar de la casa paterna, etc. Una que me parece que poco se menciona, por lo absurda que es, es la de casarse para adquirir estabilidad emocional, ésta me parece la peor bazofia que puede haber, nadie que tenga desequilibrios emocionales puede esperar mejorar al romperle el equilibrio emocional a otra persona, pero ocurre y desgraciadamente ocurre mucho.

Tengo un caso muy cercano en el que el matrimonio ocurrió por el miedo de uno a perder al otro, simplemente perderlo, aunque no sintiera amor, ¿soledad tal vez?, ¿Egoísmo?. El hombre se empeñó en emprender un camino basado en la idea romántica y con expectativas idealistas, en la que esperaba que ‘la mujer ideal’ llegaría a hacerlo feliz, lo llenara, cubriera sus carencias y completara su vida. ¿Qué ocurrió en realidad? ese camino lleno de obstáculos, se combinó con la inmadurez y falta de recursos emocionales que culminó con un matrimonio fracasado, en el que no había comunicación, ni comprensión, ni respeto; en un matrimonio en el que hubo infidelidad por parte de uno de ellos: en un matrimonio que no solo hizo más infeliz a aquel que no fue honesto en sus intenciones, sino que hizo infeliz a aquella que se casó estando enamorada sin saber que había sido utilizada, y peor aún haciendo infelices a aquellos hijos que seguramente solo fueron deseados a medias, por uno y no por ambos padres.

Puedo asegurar que el dolor de un mal amor, o para ser más exacta, que el dolor del desamor, es el más difícil de borrar; sin embargo, pienso que la vida siempre nos dará sorpresas y que en cualquier momento y lugar podremos encontrar historias reales de personas que tienen un amor bueno que no les hace daño y ello les dará como me ha dado a mí la esperanza necesaria para decir que sí creo en el matrimonio, pero que sobretodo creo en el amor de pareja, aunque yo aún no lo haya vivido.

La locura de los celos

Puedo decir que finalmente, después de meses de verdadero sufrimiento, puedo hablar de los celos, pero no de cualquier tipo de celos, estos son mis celos, los celos que nunca antes sentí y que nunca creí llegar a sentir, pero que llegaron y desgarraron mi ser.

Si alguna vez han escuchado la frase “loca o loco de celos” debo decirles que es una frase muy real; por más que nos cueste creerlo, los celos pueden enloquecerte.

Los celos duelen, provocan un dolor en el alma y hasta en el cuerpo, pueden desgarrarte por completo. Son terribles cuando tienes motivos para sentirlos, porque sabes que no se trata de algo que está en tu imaginación, porque sabes que se trata de algo real, tangible, que son provocados por algo que realmente ocurre u ocurrió y porque no tienes manera de saber si volverá o no a ocurrir.

¿Qué son los celos? Encontré que “Los celos son una respuesta a lo que se percibe como una amenaza que se cierne sobre una relación considerada valiosa o sobre su calidad.”
Las emociones asociadas con los celos pueden incluir:
Dolor
Ira
Tristeza
Miedo
Pena
Humillación

Cuando yo me enteré que en mi ridícula historia marital había habido “infidelidad” sentí Resentimiento, no encontraba una respuesta al ¿Cómo pudiste hacerlo? Y auto incriminación, ya que me pregunté muchas veces ¿Cómo había podido ser tan ciega, tan estúpida y tan confiada?

Nunca pensé en compararme con “mi rival o mis rivales”, de ninguna manera me puedo comparar con prostituta alguna, por más guapa que pueda ser, para mí no deja de ser una prostituta. En cambio, yo sigo siendo atractiva y lo que es mejor siempre seré inteligente. Nunca me preocupó mi imagen ante los demás, seguramente habría quien dijera un “pobrecita” cuando en realidad debieran pesar “pobrecito, busca en la basura. Teniendo en casa un tesoro”. No me sentí sola, tengo la fortuna de tener pocos pero muy buenos amigos; Si me sentí humillada y traicionada porque confiaba y basaba mi confianza en mi propio sentido del honor, el respeto y la lealtad.

Creo que cedí por mera Posesividad, por un "nadie va a quitarme lo que es mío", sin embargo, ¿qué es mío? Lo único mío es mi vida, mis valores, lo que sé, lo que pienso y lo que siento. Tampoco tuve pensamientos de venganza ¿vengar qué? ¿El desamor? ¿Y manchar mi vida?, ¿ ensuciar el respeto que me debo a mi misma?, ¿perder mi honorabilidad? Nada ni nadie merece tal cosa.

Ahora, tiempo después pienso que esos celos son una de dos cosas, temor a ser abandonada u orgullo y competitividad. En un principio fueron ambas cosas, debo reconocer que sentí miedo de perder lo que tenía y a la vez sentí furia por mi orgullo herido. Con el paso de los días, las semanas y los meses, puedo decir, que el miedo a perder lo que tenía es lo más absurdo, porque nunca tuve nada, nunca tuve la relación que quise, que merezco. Tuve y sigo teniendo una relación de migajas, ahora más grandes que antes, pero a fin de cuentas migajas, porque ¿Qué es un matrimonio en el que solo yo amé sin ser amada?, ¿qué es un matrimonio basado en el abuso y la mentira?, ¿Qué es un matrimonio en el que ya no hay confianza? ¿Qué es un matrimonio en el que no hubo y no hay comunicación? … Ahora solo hay desconfianza, mi orgullo estuvo basado en lo que se esperaba de mí: "valgo porque doy lo que esperan de mi"; hoy, mi orgullo se basa no en lo que podría ser o hacer para darle gusto a otros, sino en lo que soy ¿Qué importa lo que otros quieran o esperan de mi, si ello no me interesa, si ello no es lo que necesito y quiero?

Sentí celos, celos patológicos, celos que duelen, hieren e inmovilizan o movilizan a hacer tonterías; celos que enloquecen a quien los siente. Hoy ya no los siento más, sentirlos, no cambiara las cosas, ni mi vida. Deseo no volver a sentirlos y trataré de mantener mi mente en donde debe estar, ocupada en lo que realmente importa, porque hay cosas más importantes que tratar de salvar lo insalvable. Y digo insalvable porque una vez que el “corazón se ha roto” los sentimientos salen y se pierden, al “romperse mi corazón”, mis ojos se abrieron y descubrí que lo que tengo no es lo que quiero.