agosto 06, 2009

La cortesana mojigata

Elegi como primer entrega este cuento de una historia que tiene un tanto de verdad. Mora es una mujer no tan joven, digamos que sobrepasaba muy bien los 30 y que aún vivía con sus padres. Por mucho tiempo creí que esto era a causa de unos padres sobreprotectores, después comencé a darme cuenta de que se debía más bien a la mera comodidad de depender de ellos y no tener que hacerse cargo de una vida –su vida- de manera total. Algunas personas consideraban que se trataba de una persona tranquila y hasta sumisa, algunos llegaban a pensar que era una mujer presa de una terrible inseguridad, otros consideraban que se trataba de una persona que disfrazaba una personalidad malvada tras una careta de serenidad y mansedumbre, nadie conocía su secreto. Hija de unos padres controladores, desde pequeña aprendió a mantenerse invisible pero siempre cuidando de dar lo necesario para poder vivir a cuenta de la casa paterna, sin ocasionar problemas. Celosa de su hermana, quien siempre fue preferida por sus padres, se acostumbró a vivir a la sombra, siempre desmenuzando sus vidas paralelas. Con el pasar del tiempo se fue descubriendo como una mujer sin gracia, con pocos atractivos… pero encontró una manera de conseguir atención, comenzó a crearse problemas de salud y a acudir a diversos servicios médicos. Tenía registro en todos los hospitales de especialidades posibles o disponibles, acudía a sus citas religiosamente y se sometía a tratamientos que en realidad no necesitaba… excepto en su mente. Su familia encontró una oportunidad de mejorar económicamente y los tiempos buenos lograron hacerla viajar… siempre con su hermana, a todos esos lugares a los que sus padres hubiesen querido ir siendo jóvenes, no era buena estudiante pero se aseguró de obtener becas que le costearan los estudios y el pago de los servicios médicos, análisis mensuales y estudios especiales… todo marchaba bien para ella, incluso tenía un novio, que la aceptó a fuerza de un desprecio que nunca pudo entender ni perdonar por parte de una novia que tuvo en la facultad. Mora sabía que él no la amaba, pero era mejor estar con él que no estar con nadie. Pero el no la tocaba, ni le proponía lo que ella esperaba, era como un amigo o peor aún, como un hermano. Un día en el hospital le dijeron que debían hacerle un examen en el que se requería la introducción de ciertos instrumentos en algunas áreas íntimas. Al principio no aceptó, pero el médico le indicó que al no saber cuál era su problema, ya que no habían encontrado el origen de sus males, proponían hacerle una revisión hasta cierto punto invasiva. Mora aceptó y eso cambió el curso de su historia… se dio cuenta de que los procedimientos que le practicaban la hacían sentir mejor, la hicieron conocer un placer que hasta entonces le era desconocido o que no había entendido, ahora sabía que cada muestra de sangre, que cada inyección, que cada revisión le proporcionaban un disfrute intenso y, como ella misma lo pensó, “fuera de éste mundo”. Así, se aficionó a toda clase de consultas, procedimientos y tratamientos; ya no importaba mucho que su novio apenas le hablara o que nunca intentara besarla o tocarla, excepto la vez que había tomado tanto que habían terminado en un cuarto de hotel barato. Al menos podía decir, que aunque fea ya no era virgen. Algo despertó en ella, algo que presentía pero que no lograba contactar. Comenzó a buscar amantes ocasionales, comenzó a relacionarse con sus viejos profesores y a hacer todo lo que nunca había hecho antes… todo. Siguió manteniendo la relación superficial con su novio, siguió aparentando estoicismo antes sus padres y hermana; ahora tenía una nueva vida… perdió la cuenta de la cantidad de hombres que pasaban por su vida y como ella decía “entre sus piernas”. Tuvo varios empleos, más bien mediocres, hasta que la fortuna la puso ante un hombre que se creyó su falsa historia de entereza y docilidad, un hombre falto de carácter que al paso del tiempo también cayó en sus redes, redes que tejía con su falsa apariencia de mujer frágil y necesitada de ayuda y soporte. Ese hombre enloquecido por los placeres que le ofrecía, hacía todo lo que ella sugería, ella nunca pidió ni exigió nada, hacerlo habría sido un error, siempre le funcionó más quejarse y esperar que “alguna buena alma” extendiera su mano vengadora y pusiera las cosas en su lugar. Conoció entonces a su alma gemela, Sami, un hombre joven que al estar frente a ella supo inmediatamente que estaba ante una diosa malvada con un infinito gusto por todo aquello que pudiera ser calificado como “degenerado”. Juntos probaron todo lo que cada uno conocía y había aprendido por separado, juntos combinaron sus más bajos deseos y sus más sucios juegos, incluyendo el ataque indirecto hacia aquellas personas que ella consideraba “sus enemigos”. Juntos mantenían una relación sádico-masoquista que los llenaba de profunda satisfacción y de un placer inconmensurable. Todo fue maravillosamente bien para ambos, hasta el día en el que Mora traspasó el límite apenas perceptible que había en aquella relación. Mora en un ataque de pasión desenfrenada, ocasionó un daño físico tremendo a su amante, su mejor amante, aquel a quien le había confiado cada uno de sus secretos, incluyendo su malévolo deseo de casarse con su novio para hacerle pagar sus desprecios, incluyendo la influencia que tenía sobre su ridículo jefe, quien hacia todo lo que ella le pidiera, incluyendo el deseo que sentía por seducir a algunos de sus compañeros. Él trató de romper la relación, pero ella no lo permitió, lo acosaba, lo seguía, lo mantenía vigilado. Mora amenazó a su amante con inculparlo de cosas terribles, lo amenazó con la pérdida de su trabajo, lo amenazó con revelar sus excéntricos gustos sexuales antes sus jefes y compañeros. Sami, no cedió y le recordó que ella también tenía secretos y que tal vez ella perdería más que él si entraban en una guerra de ese tipo. Mora se alejo de Sami por mucho tiempo, me gustaría decir que se alejó de él para siempre, pero no fue así. Un día Sami fue encontrado muerto, atado de pies y manos, en medio de múltiples objetos de cuero negro y metal, en medio de cuchillos y navajas, dicen que encontraron drogas en su sangre… pero yo sé la verdad, Mora lo había visitado justo la noche antes de su boda con aquel novio que finalmente se había decidido a casarse con ella. El padrino de bodas fue su querido jefe, quien además de muchos obsequios les pago el viaje de bodas, finalmente, Mora era una de sus “mejores” empleadas. Cuentan que el esposo de Mora actualmente se encuentra muy enfermo, pero que ella no deja que nadie más cuide de él. Mora es ahora, la esposa más buena y abnegada que se haya visto en este mundo… y no se alejará de su lado, hasta que haya pagado.

1 comentario:

  1. Estuve leyendo tus historias y de todas´, esta es la que me gustó más. no se si es verdadera o no, es muy buena.me parece que es una historia de una asesina, no se.

    Soy la güereja (Norita la Güera)

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